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En los años que han corrido desde que yo le escribí, mientras que yo envejecí mi Don Juan no ha envejecido. Y fama tal por él gozo que se cree, a lo que parece, porque Don Juan no envejece, que yo he de ser siempre mozo: y hoy el bravo Ducazcal os anuncia en su cartel que he de hacer aquí un papel, que tengo que hacer ya mal. Yo no soy ya lo que fuí: y viendo cuán poco soy, dejo a los que más son hoy pasar delante de mi; pues, por Dios,que por más brava que sea mi condición, la fiebre rinde al león, la gota la piedra cava, Aun latir mis bríos siento: pero es ya vana porfía, no puedo ya la voz mía pedirle otra vez al viento: y a quién me lo quiere oir digo años ha por doquier, que pierdo el sér de mi ser y que me siento morir. Pero nadie me hace caso por más que hablo a voz en grito, porque este D.Juan maldito por doquier me sale al paso; y ni me deja vivir en el rincón de mi hogar, ni deja un año pasar sin dar de mí que decir. Yo me apoco día a día, y este bocón andaluz, a quien yo saqué a la luz sin saber lo que me hacía, me viste con su oropel y a la luz me saca consigo; por más que a voces le digo que ir no puedo a par con él. Más tanto favor os debo por él, que en verdad me obliga a que algo esta noche os diga de este insolente mancebo. Oíd...es una leyenda muy difícil de contar, porque tiene algo a la par de ridícula y de horrenda: una historia íntima mía. Yo era en España querido y mimado y aplaudido... y me huí de España un día. Vivía a ciegas y erré: y una noche andando a oscuras tropecé en dos sepulturas y de Dios desesperé. Emigré: me dí a la mar; y esperando en el olvido una muerte hallar sin ruido, en América fuí a dar. No llevando allá negocio ni esperanza a qué atender, al tiempo dejé de correr en la oscuridad y el ocio. Once años anduve allí vagando por los desiertos, contándome con los muertos, y sin dar razón de mí. Los indios semisalvajes me veían con asombro ir con mi arcabuz al hombro por tan agrestes parajes; y yo en saber me gozaba que nadie que me veía allí, quién era sabía el que por allí vagaba; y esperé que de aquél modo de mí y de mi poesía como yo se olvidaría a la fin el mundo todo. Mi nombre, pues, con intento de dejar perder, y en suma sin papel, tinta, ni pluma, ni libros ya en mi aposento, bebía en mi soledad de mis pesares las heces: más tenía que ir a veces del desierto a la ciudad. Vivo el cuerpo, el alma inerte, a caballo y solo, iba como una fantasma viva, sin buscar ni huir la muerte. Y hago aquí esta narración porque sirva lo que digo a mis hechos de castigo, y a modo de confesión. Sobre mí a un anochecer un nublado se deshizo, y entre el agua y el granizo me dejó una hacienda ver. Eché a escape y me acogí de la casa entre la gente, como franca lo consiente la hospitalidad allí. Celebrábase una fiesta. que en aquél país no hay día que en hacienda o ranchería no tengan una dispuesta; y son fiestas extremadas allí por su mismo exceso, de las hembras embeleso, de los hombres emboscadas. Y a no ser de mi leyenda por no cortar la ilación, hiciera aquí la descripción de una fiesta en una hacienda, donde nadie tiene empacho de usar a gusto de todo; porque son fiestas a modo de las bodas de Camacho. Allí acuden sin convite buhoneros, comerciantes y cirqueros ambulantes; sin que a nadie se le quite de entrar en corro el derecho, de gastar de los abastos, ni de colocar sus trastos donde quiera que halle trecho. Jamás se apaga el hogar, jamás el servicio cesa; siempre está puesta la mesa para comer y jugar. Por salas y corredores se oye el son a todas horas de carcajadas sonoras, de onzas y de tenedores. Todo es pelea de gallos, toros, lazos, herraderos, manganas y coleadores y carreras de caballos; y al fin de un día de broma que nada en Europa iguala, todo el mundo entra en la sala y sitio en el baile toma. Entré e hice lo que todos: cuando creí que al sueño se iban a dar, di yo al dueño gracias por sus buenos modos: mas mi caballo al pedir, asiéndome por la mano, me dijo el buen campirano soltando el trapo a reír: "¿Y a quién hay que se le antoje dejar ahora tal jolgorio' Vamos, venga usté a la troje y verá el Don Juan Tenorio." Y a mi,que lo había escrito, en la troje me metía; y allí al paso me salía mi audaz andaluz precito. Mas ¡ay de mí, cuál salió! Lo hacía un indio otomí en jerga que el diablo urdió; tal fué mi Don Juan allí, que ni yo le conocí ni a conocer me di yo. Tal es la gloria mortal, y a quién Dios se la confiere, si librarse a ella quiere se la torna Dios en mal. A mí no me la tornó, porque por mi buena suerte del olvido y de la muerte doquier Don Juan me salvó. ¡Dios no quisó allá de mi!
Y de mi patria el olvido temiendo, como había ido a mi patria me volví. ¡Feliz malogrado afán! Al volver de tierra extraña, me hallé que había en España vivido por mi Don Juan. Comprendí en su plenitud de Dios la suma clemencia: Don Juan había en mi ausencia borrado mi ingratitud. Monstruo sin par de fortuna, mientras yo de España huía, en España me ponía en los cuernos de la luna. Y ni fuerza ni razón han podido derribar tal ídolo del altar que le ha alzado la opnión. Pero hablemos con franqueza hoy que todo coadyuva para aquí se me suba a mí el humo a la cabeza: Desvergonzado galán, siempre atropella por todo y de atajarle no hay modo; ¿ qué tiene, pues, mi Don Juan? Del fondo de un monasterio donde le encontré empolvado, yo le planté remozado en mitad de un cementerio: y obra de un chico atrevido que atusaba apenas bozo, os parece tan buen mozo porque está tan bien vestido. Pero sus hechos están en pugna con la razón, pero tal reputación ¿qué tiene, pues, mi Don Juan? Un secreto con que gana la prez entre los dos Juanes; el freno de sus desmanes: que Doña Inés es cristiana. Tiene que es de nuestra tierra el tipo tradicional; tiene todo el bien y el mal que el genio español encierra. Que, hijo de la tradición, es impío y es creyente, es balandrón y es valiente, y tiene buen corazón. Tiene que es diestro y zurdo, que no cree en Dios y le invoca, que lleva el alma en la boca, y que es lógico y absurdo. Con defectos tan notorios vivirá aquí diez mil soles; pues todos los españoles nos la echamos de Tenorios y si en el pueblo le hallé y en español le escribí y su autor el pueblo fué... ¿por qué me aplaudís a mi?.
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